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Todos debemos aprender a perdonar

Todos debemos aprender a perdonar
Es un dilema común: Alguien nos hirió, y sabemos que debemos perdonar, pero no podemos. A pesar de todas nuestras promesas a Dios de dar por olvidado el agravio, seguimos recordando el hecho, hasta que nos consume otra vez la ira y el dolor.

Dios no nos ha llamado solo a renunciar a nuestra amargura; nos ha dado los medios para hacerlo. El Espíritu nos da poder para perdonar a los demás, así como Dios nos ha perdonado (v. 32). Sin embargo, no siempre es un proceso rápido, sobre todo si el agravio es grande y el daño profundo. Algunas veces tenemos que dar ciertos pasos hasta que podamos liberarnos de la carga.
Primero, debemos confesar a Dios que hemos pecado contra Él con nuestra actitud implacable, y pedirle que nos ayude a arrepentirnos.
Luego, debemos reconocer que la razón para perdonar a los demás es que hemos sido perdonados. No merecíamos el perdón, pero el sacrificio de Cristo nos ha liberado de nuestra culpabilidad. Y es bueno recordar que si bien los agravios contra nosotros pueden parecer muy graves, por lo general subestimamos la magnitud de nuestros propios pecados contra Dios.
Finalmente, debemos dejar que la Biblia renueve nuestra mente. En vez de pensar todo el tiempo en el mal que nos han hecho, podemos entregar esos pensamientos a Dios y reemplazarlos con verdades bíblicas acerca de Él, sus promesas y sus caminos.
Entonces, ¿cómo sabrá cuándo ha perdonado a su ofensor? Cuando las emociones negativas que surgían antes al pensar en el ofensor se hayan calmado, y usted tenga paz.

30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.
31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.
32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
Efesios 4:30-32, RVR 1960